domingo, diciembre 22, 2024
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Corazón Clausurado: Cuando se tiene miedo volver a amar… – Arturo Byron Rojas

Arturo Byron Rojas

Cuando se decide amar a alguien es una apuesta a ciegas; se conocen algunos elementos de la persona de quien nos enamoramos y desconocemos el universo que ella pueda ser, tanto con luces y sombras; es así que amar es un salto al vacío con el paracaídas de la confianza.

Sin duda amar duele y a la vez edifica; muchos sabios sostienen que el dolor de amar es el único dolor al cual nos exponemos conscientemente, pero a la vez la experiencia más íntima y sublime que nada puede reemplazar a la hora de sentir que trascendemos como personas. ¿Pero qué ocurre con aquellas personas que crónicamente han caído una y otra vez en el terreno amoroso al punto de ya no querer levantarse?

Hoy en día existen muchas personas que han decido clausurar el corazón  vale decir; abstenerse de involucrarse afectivamente con alguien que a la larga puede convertirse en una reacción tan extrema que algunos teóricos la han denominado filofobia (Terror a enamorarse e involucrarse afectivamente con alguien).

Existen muchos factores que intervienen a esta decisión tan dolorosa (no permitirse amar) entre ellos algunos estudios comentan que estas personas presentan altos niveles de sensibilidad humana, empatía sobresaliente, un nivel de desarrollo psicoespiritual diferente que los lleva a valorar las experiencias intangibles y colocarlas como prioritarias, suelen ser personalidades nobles y optimistas. Cabría preguntarse ¿Estas acaso son características negativas o disfuncionales en una persona? Por supuesto que no (pese a que actualmente también existe un discurso social posmoderno que busca y trata de descalificar dichas características y cualidades). La pregunta que verdaderamente importa es a quien se están regalado dichos tesoros.

No es necesario describir las razones por las cuales una persona decide endurecer el corazón, ya que está por demás sabido que las decepciones amorosas, inequidades, infidelidad, poca reciprocidad de afectos son las que alimentan esta decisión. Lamentablemente a medida que estas rupturas se hacen más crónicas y dolorosas la persona auto-percibe equivocadamente que sus características afectivas son “negativas”, “Desventajosas” o hasta “ingenuas” y es ahí donde un corazón más sobre la faz decide endurecerse.

Una vez el corazón clausurado artículos mencionan que el comportamiento más notorio de estas personas por lo general oscilan entre ya no mostrarse como son, tender a evitar contacto humano y afectivo (conducta evitativa), experimentar altos niveles de ansiedad ante la posibilidad de sentirse atraídos por alguien, pueden tender a mostrar conducta agresiva para sabotear potenciales acercamientos, tienden a deteriorar voluntariamente su apariencia externa para no llamar mucho la atención, entre otros.

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Otra subexpresion opuesta al aislamiento psicoafectivo autoimpuesto, también puede ser un ingreso al comportamiento hipersexual, promiscuidad afectiva (sostener varios vínculos superficiales), promiscuidad sexual e involucramiento con parejas múltiples, sostenidas con la secundaria intención de generar una costra afectiva que también los proteja de los vínculos profundos (como los sexuales) Este patrón de comportamiento arriba descrito tiende a ser crónicamente desgastante y tarde o temprano podría desencadenar en un trastorno del estado de ánimo o inclusive desencadenar un trastorno de personalidad.

Sin embargo no se habla de los/las destinatarios de dichos afectos (quienes podrían ser los autores materiales e intelectuales de estos corazones clausurados) muchas veces se escucha la petición terapéutica “Doctor quiero que me haga hipnosis para olvidarle y que mi corazón se endurezca para siempre!”  Cuando –reitero- el problema no está en la propia forma de amar sino al destinatario/a que se elige por impulso, poca autovaloración y/o por un pobre autonocimiento (saber con claridad que estilo de pareja me edifica)

Para ello es importante preguntarse ¿A quién estoy regalando este tesoro mío llamado amor? ¿Estoy rifándolo al primer postor? ¿Considero que mi amor va a cambiar su desamor? ¿Creo que los valores de esta persona cambiaran solo porque yo existo? ¿Quién me enseño que debo soportar su frialdad e indiferencia en nombre del amor? ¿Estoy obligado/a a perdonar una y mil veces su infidelidad? Si la respuesta es afirmativa…es importante tomar un momento de reencuentro con los propios valores, propias expectativas y saber que nuestra forma de amar no está del todo errada.

¿Es que acaso se guarda un diamante en un basurero? ¿Es que acaso la basura se luce en una vitrina? Todo tiene su lugar y nuestro amor tendrá un lugar amplio, cómodo y agradable para ser recibido, valorado y potenciado. No existe nada en la realidad que este incompleto, todo tiene su tiempo, espacio y complemento. Posiblemente no encontraste el complemento adecuado para que deposites tu tesoro en el lugar indicado…pero ello no implica que no exista sin embargo muchas veces pasamos de lado ignorando que existe quien si valoraran tu amor como se merece. Sin duda tras una ruptura amorosa el corazón necesita un tiempo prudente de soledad para sanar y replantear prioridades, sin embargo…hay un tiempo para todo y cuando llegue el tiempo de amar solo queda discernir si ese otro corazón es el lugar donde mereces estar. Si no lo es no te demores (como diría Frida Khalo) no esperes el desgaste, la decepción y la autoinmolación afectiva para recién alejarte…date cuenta a tiempo lo que te edifica de lo que no. Pero si es el lugar indicado para regalar tu amor…tampoco te demores…ama con alma vida y corazón.

“De nada sirve convencer a la serpiente que morder tobillos no está bien, de nada sirve exponerse a quien no entenderá tu forma de amar” (Arturo Byron)

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