Por Sayuri Loza
La semana pasada hubo una movilización en la populosa calle Tumusla, en protesta por la internación y venta de ropa usada en La Paz, que estaría perjudicando la producción nacional. Las ventas en la Tumusla han descendido, en gran parte debido a que hay más oferta que demanda, todas las viviendas que se hallaban en dicha calle, se han convertido en galerías de varios pisos que albergan un promedio de 20 tiendas por planta, sin contar con quienes venden en la calle y los puestos de las calles aledañas Buenos Aires, Tamayo, Uyustus, Illampu, Figueroa, etc. Y los negocios van en aumento casi a diario.
La ropa usada estaba en el pasado, asociada a la figura del “ropavejero”, que andaba por las capitales hispanoamericanas desde tiempos coloniales comprando ropa que ya nadie usara para fabricar papel cuando la prenda ya no daba más o para revenderla cuando todavía tenía tiempo de vida.
Conozco de cerca el oficio pues mi bisabuela era ropavejera, iba a las casas de la “gente rica” de Sopocachi y del casco viejo de la ciudad, y compraba ropa usada, pero no la vendía directamente sino que de trajes más grandes, sacaba ropa pequeña para niños, por ejemplo un terno grande lo convertía en tres ternos pequeños pues a más de ser ropavejera, era costurera; llevaba los trajes a diversas ferias en los pueblos y los vendía con mucho éxito. La mayoría de la gente de aquellos tiempos compraba ropa con suerte, una vez al año y la usaba hasta sacarle toda la vida útil.
Para la segunda mitad del siglo XX, los bolivianos teníamos una industria decente de textiles y teníamos ropa nueva en navidad o al inicio de clases o del trabajo. Es a partir de los 80s cuando vemos un mayor ingreso de ropa de origen chileno, argentino o brasileño y por su calidad, empezó a ocupar un mejor lugar que la ropa boliviana a la hora de hacer la compra.
Los 90s vieron el aumento cuantitativo de comerciantes junto al colapso de la industria local, la Uyustus desplazó al Mayamicito y reinó por una década, recibiendo a inicios de este siglo, el tsunami de la ropa asiática. En este universo, la ropa usada ocupó un espacio muy valorado pues la calidad y el precio eran mejores, además de que la ropa de marca que llegaba, llamó la atención de la clase media alta.
Y hete aquí que otro protagonista ha llegado hace unos seis años, son las cajas de mercadería de retorno de marcas rápidas: Bershka, Zara, SHEIN, etc. Es ropa nueva, con etiqueta fuera de temporada o con fallas mínimas; los precios son accesibles y son las favoritas de quienes siguen las tendencias.
Lo otro bueno es que es un negocio óptimo que se vale de Marketplace, la plataforma de ventas de facebook que está redefiniendo el mercado paceño. Una caja de 100 prendas de primera, con etiquetas y sin fallas, cuesta 5400 Bs (54 Bs por prenda) y lleva jeans, joggers, chamarras, vestidos, chompas, etc.
Estas marcas responden a la nueva ola de la moda rápida que dura poco, lucida por influencers que estrenan casi a diario ajuares completos, atrás quedaron las grandes casas de moda que definían qué se iba a llevar en la temporada, hoy son las redes las que dan las pautas y las opciones son tantas, como influencers hay.
Igual que la Tumusla está por colapsar con la sobreoferta, el mundo entero está enfrentando qué hacer con la ropa que se usa un par de veces y que de ser un perjuicio económico, se está volviendo uno ambiental. Pero ya saben, pensaremos en eso cuando ya sea tarde, mientras tanto, nos vemos en la 16.