domingo, diciembre 22, 2024
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MIL COLORES EN LO ALTO

Por Sayuri Loza
Hasta hace poco, muchos de los paceños creían que el barrio de Chualluma era producto de la prolífica imaginación del cantautor Manuel Monrroy (Papirri), quien en su canción “Metafísica Popular”, le menciona en un verso:
“Mi marido según yo es fiel, pero no creo.
Vivo en alto Chualluma bajo
Tan frío tu helado casera
El trámite lo han hecho de forma informal
Uy caray, uy caray, metafísica popular”
Esta concepción cambió cuando hace poco más de un año, el barrio pasó a tener fama internacional por el trabajo artístico que se había plasmado en las paredes de sus casitas, antes sin revoque alguno y siguiendo la línea de las laderas de la ciudad, en las que el color del ladrillo predomina y puede verse desde el camino viejo que conecta la ciudad con El Alto.
Chualluma no es un barrio alejado, se encuentra a 5 minutos del Cementerio General, una de las zonas más frecuentadas tanto debido al camposanto como por el despliegue comercial –por un lado de abarrotes y comestibles y por otro, porque en una de sus calles, se concentra la mayor cantidad de tiendas con trajes de “chola” para venta y alquiler- que allí tiene lugar; una cercanía similar tiene el barrio con El Alto, puesto que sus escaleras, de no llegar a un punto sin salida, conectarían directamente con la carretera a La Ceja.
En general, toda la ladera oeste es hogar de aymaras urbanos de primera hasta quinta generación inclusive, la comida que se consume, es todavía muy local, chuño, ajíes, sajta, t’imphu y otros, no hay todavía restaurantes de sushi ni de pizza. Aunque todos hablan aymara, en la intimidad o a la hora del regateo, un idioma que las generaciones más antiguas hablan y las más jóvenes hacen el intento de comprender.
Sin embargo, Chualluma permaneció por años en silencio, desde su creación hace no más de 30 años y producto del acelerado crecimiento demográfico en la hoyada. Hasta los años 80, la zona El Tejar, de la que es parte Chualluma, había sido poblada únicamente en su área más plana, el resto era una indomable y empinada colina de suelo erosionado, construir allí sería un reto.
Pero vamos, que el hombre andino ha sido capaz de domesticar el frío y la helada, ¿Cómo no ser capaz de hacerlo con la tierra? A partir de los 90s, el barrio fue tomando forma, el problema del desnivel, fue resuelto con la construcción de infinitas gradas, y así, hasta la primera década de este siglo, el barrio estaba constituido y habitado, con servicios de agua y luz y sus habitantes a diario transitando por el tortuoso camino, a más de 3800 m.s.n.m.
Y llegó el día en que una artista, convocada por una iniciativa gubernamental, cambió el barrio de tal modo que llamó la atención del mundo entero. Ahora bien, Chualluma mucho antes, era un barrio encantador, su nombre le hacía justicia, Ch’uwalluma significa “ligero rebalse de agua”, efectivamente, existen aguas subterráneas que salen a la superficie no de manera copiosa pero sí constante, lo que otorga al lugar un eterno sonido de correr de riachuelo, a pesar del trabajo de embovedado hecho hace años ya.
Por otro lado, el barrio parece como tallado en la ladera de la hoyada, esto sumado a las interminables escaleras, generan en el visitante una sensación de vértigo pero también de desasosiego porque uno se pregunta ¿Cómo es que los Chuallumeños compran y suben sus muebles hasta sus casas? ¿Cómo meten material de construcción? La respuesta aparece cuando vemos a una familia haciendo trabajos en su casa, lo hacen con la fuerza de sus brazos, nada más, sin duda se ayudan entre vecinos, toman relevos o descansan cada cierto tiempo. El hecho es que todos se ayudan pues todos están en las mismas condiciones de necesitar unos brazos extra para cargar desde abarrotes hasta refrigeradores.
Y es que Chualluma no tendría posibilidad de existir, de no ser por el espíritu absolutamente existencialista de los andinos, de tener una actitud de total desafío y buen ánimo ante la adversidad; en ese contexto, la junta de vecinos, muy bien organizada como suele suceder en barrios como Chualluma, concursó para un fondo de mejoramiento del barrio y con la participación de todos, lo ganaron.
Ahí apareció la artista Norka Paz, quien a pesar de haberse especializado en grabado durante su formación en la carrera de artes, se decantó por el muralismo pues como artista trans disciplinaria, considera que el muralismo, la pintura urbana, es una manera estupenda de cuestionar el mercantilismo del arte, esta joven preocupada por el medio ambiente, amante de las culturas nativas y feminista, fue la pieza que faltaba en la desafiante Chualluma.
Aunque el hecho de que fuera un proyecto estatal le generó cierta preocupación, pronto se dio cuenta que el proyecto no tenía sesgo político alguno, que las dos premisas principales eran que el diseño gustara a los habitantes del barrio y que fuera lo suficientemente colorido y notorio como para que pudiera ser apreciado desde el teleférico, cuya línea roja pasa exactamente por encima.
Norka trabajó la propuesta, inspirada en la geografía apasionante de lugar y finalmente tuvo una reunión con los habitantes de Chualluma. La explicación se dio en español y en aymara y la respuesta fue unánime: todos amaron el diseño; son 19 murales y palabras en aymara estratégicamente distribuidas para que el visitante de a pie, pueda observarlas y la distribución de colores, inspirada en la wiphala y en la naturaleza, armado el pintado de forma triangular, para respetar la calidad de “apacheta” o montaña sagrada femenina del lugar. Los colores y la geometría fueron considerados una ofrenda a la ancestral montaña.
Las palabras en aymara buscaban reivindicar el origen de los habitantes de Chualluma, algunos fueron de inspiración de la artista y otras, sugeridas por los vecinos, el lettering fue realizado por Osek, un artista especializado en esta disciplina, el resultado lo conocemos todos, impresionó a tal punto, que en varios medios de comunicación nacionales e internacionales, se realizaron sendas entrevistas y notas, lo mismo que en redes sociales.
Hoy, Chualluma es locación de vídeos, sesiones de fotos, documentales, películas, cortos, y sinfín de cosas; el más reciente es el controversial tema dedicado al “tilín”. Un buen amigo comentaba en facebook “los Chuallumeños se la pasan bomba con tanto arte”, y tiene razón, es lo menos que merece este barrio que se estableció contra toda adversidad y hoy reluce con sus mil colores en lo alto de nuestra contradictoria pero amada ciudad.

Sayuri Loza es coordinadora de contenidos y encargada del archivo histórico de RTP

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